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jueves, 15 de diciembre de 2011

Susurros que salvan.



Beatríz se encontraba en su departamento ubicado en el centro de esa gran ciudad gris, en donde todo obligadamente corre veloz. 

Estaba recostada en la alfombra, la que compró para así hacer acogedor su nuevo hogar. Era de color rojo intenso, suave y de largos tejidos. 

En su mano derecha sostenía un cigarrillo, de los que suele encender en aquellas noches silenciosas, con la excepción de esta, la cual es acompañada por el disco de A Perfect Circle, que suena una y otra vez. 

A lo que nuevamente termina la reproducción, decide subir a la azotea del edificio en el cual vive. Desea contemplar las luces de la ciudad acompañada de ese frío y el gélido viento que suele haber en el piso numero 33. 

Siente una presión en el pecho y le es difícil respirar. 

Piensa en que desearía gritar hasta colapsar sus cuerdas vocales. Pero no lograría captar la atención de nadie, puesto que se encontraba totalmente sola. En esa soledad que ella siempre añoraba, pero que también la estremecía y ponía su piel como la de una gallina. 

Y al advertir la soledad en la que se encontraba inmersa, viene a su mente su fin tan esperado y calculado. Entonces se dirige al borde, se apoya en esa fría protección inútil, la cual no es capaz de prevenir una caída inminente al vacio. Su cuerpo se demora en ejecutar sus pensamientos y tirita como quien sufre de hipotermia. 

Abre sus húmedos ojos, toma una bocanada de aire y los cierra nuevamente, para así visualizar a esa persona especial. Pide perdón y piensa tiernamente en su madre, pero aún así, está decidida a dar ese paso, el cual considera de alguna forma, “valiente”. También recuerda a Javier y susurra su nombre. 

Se supone, que nadie contemplaba la escena, pero alguien responde y susurra un -“¿Qué ocurre?”-. A ella se le escapa una lágrima más, pero con aún más sentido. Y antes de que esta caiga por su mentón. El la toma de una mano y pregunta -“¿Qué pretendes?”-. A lo que ella responde –“Quiero volar, quiero desvanecer como una palabra en el viento”-. 

Javier la contempla, sonríe y le dice –“Entonces deseo volar contigo. Quiero ser parte de ese susurro”-. 

Ella lo besa tiernamente en la frente y recuerda cuando hizo exactamente lo mismo con él alguna vez, en la terraza del departamento de él. Y le había prometido que si el desistía de su acción, se preocuparía de cuidarlo hasta el fin de sus días. 

Decide bajar y abrazarlo. 

Luego de esta escena, se encuentran recostados en la alfombra roja donde esta historia comenzó. 

Se desnudan se besan y se aman. Pero antes de caer en el sueño, antes de cerrar sus ojos brillantes de amor y esperanza. Ambos se dan cuenta que fueron hechos para salvarse mutuamente y poder advertir que no están solos en la soledad que tanto añoran.

Soundtrack
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martes, 13 de diciembre de 2011

Y así decidió comprender.



La joven Beatríz decidió salir, así que tomó su bicicleta con la idea de dejarse llevar, y poder viajar por las grises calles de Santiago. 

Salió con la esperanza de poder visualizar más allá de lo común. Decidió poder comprender. 

Mientras pedaleaba, contemplaba los rostros de las personas y deseaba poder meterse dentro de los pensamientos de estas. Y así poder saber el porqué, de sus acciones. 

Hay veces en que la vida no es sólo correr y esmerarse por ser el primero en llegar al final del camino. No basta con pedalear hasta no dar más. Hay que viajar pausado, preocupándose de que cada paso, valga realmente la pena, para que lo que desees tenga sentido, y así amar el premio tanto como el viaje…

Soundtrack
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