Cuando se lleva alrededor de diez años escribiendo autobiográficamente se llega a la conclusión de que es un trabajo de nunca
acabar
En muchas ocasiones,
nuestra perspectiva de la vida y de lo que nos rodea, cambia considerablemente.
Tanto como para bien, como tal vez para mal...
En estos momentos
puedo creer estar con mis decisiones resueltas y equilibradas, ¿Pero quién lo
sabe? Quizás mañana mismo ocurra un hito en mi historia y mi forma de ver las
cosas cambie rotundamente.
No sé si esto ocurre,
porque aun no he terminado de conocerme y saber cuál es mi destino, o puede ser
que los cambios deban ser constantes y durante toda nuestra existencia. Quizás
sean ambas opciones. Creo que lo importante no es llegar al pic y ya está, creo
que es más valorable crecer y aprender cada día, cada segundo, cada instante en
nuestras vidas.
Una vez leí una cita
que decía algo como esto: “Es mejor cambiar de opinión, que tener siempre el
mismo discurso, puesto que quien no cambia, es porque no se atreve a conocer más allá, ya que de esta manera puede
darse cuenta, que en lo que cree no es lo correcto”-.
Y claro, por miedo a
dejar de ser consecuentes con lo que creemos, o profesamos, muchas veces
decidimos no ver más allá, sin saber que
cometemos un gran error.
No creo ser la gran
filosofa, pero sí creo entender, aunque sea sólo un poco de que se trata todo
esto. Y la verdad, lo encuentro fascinante, adictivo. Es realmente estimulante
darse cuenta de los procesos, cambios y en resumen la metamorfosis que sufrimos
como hombres, como seres intelectuales, como energías individuales. Capaces de sentir
amor, dolor, felicidad, y miedo. Seres de energía que por muy individuales que
creamos ser, pertenecemos a un todo, a un universo. Creo que ese “Cosmos “como
yo suelo llamarle, es lo que otros optaron por llamarle “Dios”.
Creo que “quizás” no
se han dado cuenta que todos somos el Alfa y el Omega…
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