El futuro que se volvió presente, el presente volviéndose pasado, y un futuro, convirtiéndose en un gran presente.
Así comienza esta carta a ese alguien que la pueda leer, esta carta pertenece a todo quien me ha ayudado a aprender qué necesitaba, que era lo que deseaba. A Quienes que con su actuar, su empujón, me hicieron crecer, a mí misma, a mi madre tierra, a quien en más de una ocasión, me dice directo al corazón con su lenguaje de amor universal, que es lo correcto para sentir, desear, amar, y convertir.
Creer en el otro, poder sumergirse en la mirada de un gran cualquiera en la ciudad. Sentir los cantares de la humanidad, sedienta de amor, de necesidad del otro, de dolor y de gratificación. Agradecimiento y gratitud por una simple sonrisa, un simple saludo, un simple y humilde gesto de Bondad.
Almas que deambulan en la inmensidad del camino. Luces que llegan a acompañar el largo viaje del error, aprendizaje y redención.
Luces de hermosos colores que sanan con su divinidad universal.
Regalos de seres luminosos, con sus compañeros divinos, bendecidos, capaces de hacer oír al corazón más sordo, y de hacer ver al hombre en su máxima y plena oscuridad.
Al Tiempo, al Sol, Estrellas, Luna, Agua y Tierra, Sangre, Lágrimas, Ríos, Piedras, Manos, Labios, Cabellos, Sonrisas, Sónidos, Colores, Sabores e inexplicables sensaciones que el ser pueda sentir.
Lo que nos permitamos sentir, guardar y cosechar para retribuir la bondad de vivir. De poder amar, sentir y crecer.
Gracias!
Gracias a mis maestros invisibles inpalpables, esos que sólo los puedes sentir con solo respirar profundo y dejar que el sentimiento fluya, como cual río que lava las heridas de la madre, que desbordante de amor y paciencia infinita por sus hijos, perdona cada uno de nuestros errores. Producidos por la maquina incansable de la mala razón y cordura terrenal, material. Destruyéndonos, a quien nos hace vivir. A quien nos dio a luz. A quien nos debemos, somos de ella, no ella de nosotros.
Gracias a cada oído sediento de escuchar, a cada cuerpo deseoso de un calor, a un espíritu sediento por una hermosa y simple sonrisa, envuelta en ferviente necesidad de entregar y recibir.
Sólo puedo dar las gracias, por lo hermosamente aprendido. Y a quienes hacen posible que me sienta feliz de poder dar las gracias.
Berenice Cerda Montecino.
31 de Diciembre de 2013
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